CARACAS, Venezuela. Domingo 14 de mayo (Rubén Darío Villafraz, especial).- La crisis económica no perdona ningún ámbito en esta Venezuela tan convulsa que tenemos por estos días. Lo atestigua el aciago momento social que vivimos, como del mismo modo lo acontecido en el lío taurino, donde no se escapa ningún elemento que la integra.

Es el hecho que este pasado lunes se haya conocido y luego confirmado en la propia persona de sus propietarios, como es la familia Echenagucia, la decisión de enviar vacas y sementales que conformaban su ganadería de reses bravas, el cual siempre lidió bajo el nombre de La Cruz de Hierro, al aciago destino del matadero luego de los inasumibles costos que implica en estos momentos la cría del toro bravo en nuestro país, donde cada vez son menos los festejos, además de lo que supone el precio del toro de lidia en la actualidad de cara al empresario en un país donde la Fiesta Brava aun no sale del descalabro que implica su dependencia casi en su totalidad de la moneda extranjera.

Lo cierto es que con ello se va, tal y como pasó con su hierro hermano como lo fue Los Marañones, una gran parte de la gran historia del toro bravo venezolano, pues no fue menos señalar que fue esta ganadería un referente del tereo en el país, por su imponente presencia y en especial emocionantes tardes que ofreció en las más importantes arenas del país a lo largo de las décadas de los años 80’, 90’ y 2000 hasta sus últimas presencias en ruedos nacionales, como lo fue en la pasada Feria del Nazareno de Achaguas y en feria de primer nivel, en la pasada Feria de Tovar.

El reto y personal gusto de don Orlando Echenagucia y, luego su hijo Pedro, llevaron a sembrar en los páramos emeritenses un tipo de toro de gran armonía, característico del encaste Saltillo, vía mexicana Garfias, con las que derivó el rumbo este hierro desde 1992, cuando decidió apostar por esta sangre tras haber iniciado en 1983 con el encaste español Santa Coloma vía Los Aranguez y, posteriormente, con puro español Joaquín Buendía, a través de la implementación de embriones fecundados, siendo los pioneros en este tipo de técnica en el país.

La rica historia de esta ganadería da para largo rato, desde que en los calurosos potreros de El Caimito en Achaguas se dio comienzo a esta aventura que tuvo su sima en los paradisiacos potreros molineros de El Rincón de Los Toros, bella finca en la que se vivieron los mejores momentos tanto para toreros como aficionados en general, así como para sus propietarios.

La finca La Escondida sería el último refugio por tratar de salvar una divisa de gran predicamento para el aficionado exigente que lamentablemente se había visto contrariado con lo demostrado en sus últimas presencias, en especial el trapío, factor que siempre cuidó con mimo y celo. Comenzaban hacer mella cuestiones logísticas justificadas en su momento.

En fin, literalmente el toreo venezolano está de luto por esta noticia. Esperemos que solo sea una terrible pesadilla que pronto acabe, para bien de una Fiesta Brava resentida desde diversos estamentos, más aun del vital como es el del propio toro que nace y crece en nuestro país.