miércoles, 29 de mayo de 201921:45

El sexto de Victorino permitió al extremeño lucir con temple, a cámara lenta. Dejó una estocada entera que transformó la oreja y media en oreja. Se entendieron con la mirada, toro y torero

Decimosexta de feria, segunda del homenaje al encaste de Albaserrada, con la corrida de uno de los grandes, Victorino Martín y una terna de buen gusto, la compuesta por Octavio Chacón, Daniel Luque y Emilio de Justo. Ambiente de tarde grande, lleno en la plaza y la guinda, una tarde más, del Rey Emérito, Don Juan Carlos, en el que ha  sido uno de sus últimos actos oficiales como tal. Acudió en masa la afición madrileña que estuvo a punto de colgar el cartel de no hay billetes.

Tarde grande que tornó en meritoria, con animales, los cinco primeros, que resultaron complicados. Es cierto que muchos de ellos, especialmente el tercero, salieron muy lastimados del tercio de varas, donde se dejaron castigar sin ser la labor de los hombres a caballo la más idónea. No se emplearon por lo general con fuerza, exigiendo a los matadores dar lo mejor de sí, en ocasiones sin estar certeros en sus decisiones. Gazapeó el primero, humilló el segundo, sin fuerzas el tercero, reponía con prontitud el cuarto, sin emoción el quinto. Hubo de todo, como en botica.

Hasta que salió a la plaza el sexto toro, «Director», una ejemplar de 542 kilogramos, que humilló como es habitual en los míticos toros de Victorino, besando la arena, con fijeza, que permitió a Emilio de Justo, lucir con temple, a cámara lenta. Dejó una estocada entera que transformó la oreja y media en oreja. Se entendieron con la mirada, toro y torero, amor a primera vista.

No estuvo fino Chacón en su segundo, el de mejor condición, un animal que reponía con prontitud, y al que tuvo que ganarle pasos como el que pisa brasas, debió sacarlo de la muleta, no llegando acoplarse con el animal. Así lo reconoció el propio matador, con humildad y honestidad, virtudes que escasean hoy en día.

Aplaudido Daniel Luque en su primero, perdió trofeo con la espada, erró en su segundo al que no dejó pasar en ocasiones para poder componer una lidia que conectara con el tendido.

¿El detallazo? La nobleza de los Victorinos, el sexto tuvo a su merced a Ángel Gómez al que golpeó con la testuz donde otros hubieran corneado.

Foto: Manolo Briones