Nos dimos a la tarea de hurgar en nuestros archivos y encontramos un recorte de una revista taurina madrileña de los años 60, del siglo pasado, en la que dedican el espacio a los modestos y humildes de la Fiesta de los Toros, los llamados monosabios, pero ¿por qué este título?

El escrito apunta que desde siempre y comprendidos con el genérico nombre de “Chulos” venía conociéndose en las plazas de toros la presencia en el redondel de unos mozos de caballos o de cuadra, que asistían a los picadores, ayudándolos a montar, a levantarse cuando caían, a reparar correas y atalajes en trances urgentes, a rematar los caballos heridos de muerte, despojarles de sus monturas y retirar a los que por su pie podían hacerlo.

Tales personajes se presentaban en los ruedos desarregladamente vestidos y desaliñados, lo cual era hasta cierto punto consustancial con las funciones poco urbanas a que se dedicaban.

Se comenta en la mencionada publicación qué, hacia el año de 1840, el empresario de la plaza de toros de Madrid se fijó en ellos y les vistió y uniformó aproximadamente con la misma vestimenta conque hoy se presentan en casi todos los cosos taurinos del mundo, es decir, con camisa floja y cerrada, roja o azul, y pantalones oscuros, generalmente azules también y una gorra, cachucha o pañuelo del color de la camisa. Cabe señalar que, al cabo del tiempo, en cada una de las plazas de toros de España, América y sur de Francia el uniforme de los monosabios sigue siendo casi igual al señalado, aunque varía en colores y prendas en la cabeza.

De esta manera, apenas ha variado este traje, pero en ocasiones se ha preferido algún color determinado en la camisa, por lo que en el año 1850 era siempre de color rojo, hasta el extremo de que los periódicos madrileños los llamaban “pajaritos cardenales”.

Por lo tanto, es menester conocerse la razón del por qué fueron llamados monosabios, denominación tan generalizada que no se les designa hoy por hoy otro nombre. Hacia 1847, según se cuenta, fue a exhibirse a Madrid una cuadrilla de monos, en un teatrillo llamado Cervantes (antes de la calle de la Tahona), mismo que existió en la calle de Alcalá, esquina con la del Barquillo, donde después estuvo el teatro Apolo. Decía el escritor madrileño José Sánchez de Neira en la revista “La Lidia” de 1889 que “aquel industrial tenía de tal modo amaestrada a su troupe en hacer diferentes habilidades, que el público aceptó de buen agrado el nombre de monosabios que su amo les dio. Aparte de la señorita Batavia y el mono Cocinero, los demás chimpancés vestían trajes encarnados (rojos) y como el uniforme que se hizo llevar a los mozos de caballos en la plaza de toros era de igual color y los muchachos eran feos en su mayoría, entonces la gente, de buen talante, que ocupaba el tendido cinco de la plaza les llamó desde entonces monosabios y con ese apodo se quedaron y así continúan”.

No es dudoso, se acota y se recuerda, que las funciones a que los monosabios se destinan dentro de la plaza y en los corrales donde reparaban las heridas de los caballos, con bárbara y elemental cirugía, o los remataban, son de imprescindible necesidad, pero la manera despreocupada y en muchos casos cruel conque lo verificaban y el carácter de ella, naturalmente cruda y muchas veces repugnante, les creó siempre un mal ambiente que se tradujo en airadas protestas en las plazas y agrias censuras en la prensa. Don Jerónimo, el famoso Peña y Goñi, reclamaba en la revista “La Lidia” de 1886: “Sí hace falta un reglamento para los monosabios, hágase enseguida y póngase coto a sus desmanes”. En tanto, Sánchez de Neira, más benévolo, tres años después en la misma publicación, disculpaba su inevitable crueldad cuando tienen que hacer levantarse a un caballo en el ruedo y le obligan a fuerza de varazos o cuando han de rematarle mortalmente herido o retirarle de la arena para apuntillarle en los corrales.

Pero aparte este oficio y censura se han extralimitado siempre auxiliando oficiosamente al picador en la suerte de varas, ya sea bien conduciendo al diestro a ello a los caballos o citando al toro para que entre en la suerte y hasta arrojándoles la gorrilla con el mismo fin. El depender de los contratistas de caballos han hecho también que se excedan en apurarlos, obligándoles a sustentar al picador cuando heridos o cansados no tienen fuerza para ello o aprovechando a los heridos con el mismo designio. Hoy día, al usar los caballos el peto, esto se ha eliminado.

Sin duda, la clase de monosabios tiene un perfil inconfundible dentro de la Fiesta Brava y son los únicos, salvo los diestros, que pisan reglamentariamente el redondel durante la lidia de un astado.

Con el transcurrir de los años y con la evolución que ha tenido la Fiesta de los Toros, aquella mala imagen de los monosabios ha cambiado de manera radical y en la actualidad es un gremio fundamental e importante al que se le reconoce su esfuerzo, su valor y su entrega por tener a punto todos los detalles e instrumentos necesarios y elementales en una plaza de toros, incluso por necesidad han tenido que adiestrarse, a base de clínicas impartidas por los cuerpos médicos de las plazas, en el tratamiento y atención de algún torero herido en el ruedo.

 

DATO

La gente de buen humor, que ocupaba el tendido cinco en el coso de Madrid les llamó desde entonces monosabios y con ese apodo se quedaron

 

Pie. Auxiliar a los picadores es labor fundamental de los monosabios / Cortesía El Diestro