En la mañana del 25 de diciembre de 2017, nos enterábamos de la noticia de la partida al
cielo de Juan Silveti Reynoso, al que entrañablemente muchos apreciábamos y al que
seguiremos recordando como el gran torero que lo fue, pero desde luego también por su
bonhomía y en especial por su pícara manera que tenía de charlar en tertulias exquisitas.
Por muchos españoles, pero en especial por Don Pablo Lozano nos enteramos de la gran
admiración que ganó en España en la que como perla se destaca la tarde del 25 de mayo de
1952, misma en la que como saldo, Juan logró dos vueltas y dos orejas de 4 toros de Pablo
Romero, por percances de Don Pablo y del otro alternante, Rovira. En su conjunto, en
diez actuaciones en Las Ventas recibió siete orejas, como muy pocos toreros lo han
conseguido en la historia del coso madrileño.
Su historia la enhebraría el hijo de El Meco, con base en un toreo de forma y fondo, clásico
con una gran capacidad técnica, la que además supo transmitir a novilleros como el ahora
matador de toros en retiro Alejandro Amaya, de quién fue apoderado y maestro en Europa,
hasta su alternativa en el 2001 en Jaén, de manos de Enrique Ponce y de testigo El Juli.
Mi padre Arenero, al que le pido a Juan saludé cuando se encuentren en la Gloria, alternó
de novillero con él en El Rancho del Charro, en Polanco y se guardaron una gran estima.
En mi oficina tengo una foto en la que en un mano entre Cañitas (otro torero mexicano
muy importante en Madrid) y Silveti, José Luis Carazo en los medios de comunicación,
Arenero, fue su sobresaliente en una plaza de Morelos.
En la ganadería de Begoña por accidente cayó en una alberca vacía y si bien se lastimó
fuerte con gran humor platicaba, que se había ganado a pulso, una placa al “único
clavadista en tierra” Por parte de Don Alberto Baillères, por el posterior al susto, jocoso
momento.
La dinastía de los Silveti, es una de las más longevas en el planeta taurino y sentimos en el
alma su paseíllo al cielo.
En la tarde del mismo día en La México, se rescata la firmeza de Fabián Barba y Gerardo
Adame, en la oportunidad de clavo ardiente al que se asieron, para timbrar aún a despecho
del sentido en el comportamiento que desarrollaron sus lotes de embestidas deslucidas,
ambos supieron sacar provecho a la oportunidad para obtener cada uno un trofeo, que tal
vez para Barba hubiera sido justo uno más en el cuarto de la tarde, dónde sufrió una
impresionante voltereta al ejecutar la suerte suprema.
Con la ropa hecha girones, pero dando lección de conocimiento y valor dirían los antiguos,
riñones, Barba ha dejado una vez más una lección de lo que representa querer figurar en el
toreo.
Por su parte Adame, supo extraer faena a un toro huidizo y con ello ganar en su primer
turno una oreja.
En resumen Barba y Adame, se apuntan, queda atrás Antonio Romero quién en el quinto,
el mejor del encierro no acabó por aprovechar cabalmente, las embestidas de un noble
astado de Rancho Seco.
Así es la realidad del toreo, unos avanzan y otros retroceden, por ello con los que
como Juan lograron un sitio en la inmortalidad de la fiesta, hay que quitarse el sombrero y
recordarlos siempre con admiración y respeto, pues muy pocos pueden y podrán, ufanarse
de ello.