La temporada pasada el encierro que mandó para su lidia, Fernando de la
Mora asociado con Luis Alberto Villarreal, se prestó para acre crítica en función de su
fenotipo o presencia física y no es menester dar los detalles de una corrida que seguramente
les dejó a ambos, un ingrato sabor de boca, en especial a quién este año cumple
oficialmente 60 años de haber establecido la ganadería de Salitrillo aunque muchos más de
haber colaborado con su padre a la gestación y madurez de Tequisquiapan, hierro vendido
a Ramón Serrano hace varios años.
La ganadería venía por la revancha y en el renglón de trapío, superó sobradamente la
prueba no solamente por el promedio de peso del encierro cercano a los 600 kilos en ocho
ejemplares pues hubo dos de regalo, sino por la seriedad en las cornamentas y el esplendor
de belleza del toro con pintas de muy variada coloratura.
En el comportamiento, se destacaron con nota alta el segundo de la lidia ordinaria y el
primero de regalo, el de la lidia ordinaria codicioso, el de regalo muy noble, ambos con la
cadencia en la embestida propia de quién se decanta por el recorrido y la nobleza.
Los otros ejemplares les faltó la chispa de la emoción e incluso fueron más bien sosos, por
lo cual en algunos pasajes fueron protestados y uno de ellos, el sexto a punto estuvo de irse
de vuelta a los corrales apelando al Reglamento Taurino de la Ciudad de México que
faculta al juez de plaza a regresar al astado a los corrales si la petición popular lo demanda
y por tradición se extiende ese momento hasta antes de finiquitar el tercio de banderillas.
Algunos siguen con el reglamento pasado y bueno sería tomaran nota de los cambios que se
produjeron en el año 2004.
Y si bien no hubo trofeos, fue porque Sebastián Castella y Octavio García El
Payo con la suerte suprema, dejaron escapar trofeos bien ganados, si me apura la del
francés pudo haber sido su primera faena de máximos trofeos en La México con el toro de
regalo, Río Dulce que fue un caudal de nobleza y el francés con voz delgada de andaluz, le
realizó una faena vibrante y emotiva con pasajes de delirio por lo bien que se acoplaron en
el ruedo.
Puso cara de malos amigos hacia el juez de plaza por no otorgarle ningún trofeo, sin
embargo, el reconocimiento en la vuelta al ruedo que le obligó a dar el aterido público,
teniendo como testigo a la Luna que a punto estaba de ser eclipsada por el Sol, fue
memorable y seguramente le significó lo mucho que conjuró en los minutos de arte efímero
que impregnó en el ruedo capitalino y que no fue a más por el mencionado yerro, de la
suerte suprema.
Por su parte, El Payo con el primero de su lote de nombre “Quitapenas“, ha dejado unos
lances y dos medias para la eternidad; desde luego hubo muletazos con la derecha y con la
izquierda magistrales, pero con el capote ha dejado dos medias verónicas inmortales para la
memoria histórica de La México, vimos con alegría como Octavio superó dos percances
que sufrió en sus anteriores comparecencias en la temporada que transcurre.
A Juan Pablo Sánchez le vimos apenas atisbos del temple que es su bandera, pues le
tocaron dos astados poco propicios para lucirse, el sexto incluso pudo haber sido devuelto a
los corrales por su manifiesta mansedumbre y Juan Pablo se fue de vacío, sin dejar de
mencionar que en su primero trazo algunos muletazos con el sello de temple que le
caracteriza.
El 20 de enero ya se fue y ahora es el 27 la siguiente fecha en la que con astados de Villa
Carmela veremos a Antonio Ferrera que tuvo gran actuación en León el sábado 19, con
los buenos toros de Begoña al igual que su compañero de cartel leonés, Diego Silveti y
cierra Arturo Saldívar, quién firmó una gran tarde en diciembre pasado con los toros
de Santa Bárbara, combinación muy atractiva para encaminarnos a los festejos del
aniversario y la Oreja de Oro.