La relación de los seres humanos con los toros es añeja y pudiera remontarse a etapas de la
prehistoria, y así lo prueban lugares como las cuevas de Altamira en España.
En México, su celebración se remonta casi a 500 años y acudo a la Quinta Carta-Relación
de Hernán Cortés a Carlos Primero en 1526, sobre un suceso taurino ocurrido en nuestra
capital con motivo de los festejos de San Juan del 24 de junio.
Entre finales del siglo 18 y principio del 19 se gestó el toreo a pie en España, que es lo que
hoy presenciamos, claro, sin dejar de lado lo más añejo del toreo el hacerlo en caballo. En
el Archivo de Indias de Sevilla, Francisco del Paso y Troncoso encontró en una hoja de
papel la traza de la capital mexicana, primer centro urbano colonial de América, elaborado
en 1523 por Alonso García Bravo, don Alonso nos legó el delineamiento general del
centro histórico y definió el kilómetro cero del País, muy cercano a donde se lidiaron los
primeros toros en México, en 1526.
Durante los siglos posteriores al 16, los espectáculos taurinos aderezaron los momentos de
esparcimiento de diferentes lugares del país y también acompañaron a los cambios políticos
y sociales, 492 años después, y cercanos al medio milenio de tradición taurina en México,
cuyo año de aniversario será coincidente con la celebración del mundial de FIFA 2026,
entre Estados Unidos, Canadá y México, simbólicamente combinando dos de los
espectáculos más arraigados a nuestra cultura.
En México, anualmente, entre plazas de mampostería, portátiles y de material orgánico
como las de la Petatera en Colima o las del sureste en Campeche y Yucatán, se calculan
271 ruedos más los lienzos charros en donde se celebran festejos taurinos, pudiéramos
entonces hablar de más de 300 escenarios.
Anualmente se celebran más de 400 corridas de toros, más de 150 novilladas y más de 100
festivales en conjunto, alrededor de 700 funciones taurinas; en España, alrededor de 900 en
esas modalidades. El total estimado de asistencias por año asciende a casi 2 millones, lo
cual en ingresos pudiera representar cerca de 50 millones de dólares, con los que el
espectáculo taurino contribuye al Producto Interno Bruto de México.
Más rotundo es el medio millón de personas que en el País mantienen relación de ingreso
de manera directa o indirecta con el ritual taurino con un alto impacto económico.
Actualmente, en la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia se encuentran
registradas más de 270 ganaderías ubicadas en 24 estados del País, un censo de alrededor
de 70 mil cabezas entre machos y hembras, de las cuales se lidian aproximadamente el 5
por ciento, pues el resto es la base para crear y criar a los astados que finalmente se
sacrifican en los festejos.
Por cierto, de reses de engorda se consumen anualmente alrededor de 4.5 millones de
animales y México es el séptimo país exportador de proteína animal por dar un caso, a
Estados Unidos sólo de enero a septiembre envió casi 900 mil cabezas. Los ranchos de
toros de lidia, representan espacios para la fauna y la flora y ascienden a casi 120 mil
hectáreas, donde se cuida con gran devoción a la especie y a la naturaleza en su conjunto.
El toro es parte de la marca de nuestro País, como lo es de otras naciones en donde lo crían,
como España, Francia, Portugal, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador e incluso en los
Estados Unidos, en donde se celebra una cantidad importante de festejos con la modalidad
incruenta y para muestra, recientemente los esposos Ana María Rivero y Ramiro
Alatorre con su hijo del mismo nombre anunciaron que Pozo Hondo exportó a El
Sabino unas becerras y un semental para la ganadería ubicada en Houston, lo que
demuestra que allá también existe la semilla de la tauromaquia.
A punto de iniciar la Temporada Grande en La México el 11 de noviembre de 2018, con un
gran cartel internacional con Diego Ventura a caballo y Enrique Ponce, El Payo y Luis
David Adame con toros de Villa Carmela y Barralva, es importante enfatizar que el toreo
es parte intrínseca de nuestra nacionalidad y, con los datos que permite este espacio, es
claro que tiene una gran trascendencia, y aunque muchos opinan que ya es tiempo de que
desaparezca, la decisión de suprimirlos no se puede tomar a la ligera y a nosotros los que la
amamos corresponde respetar su rito para defenderla de ataques que provienen de afuera y
de adentro, sin misericordia.