Tarde interesante se vivió en la segunda novillada en La Florecita ante una mejor entrada, tres cuartos para ser exacto, en tarde soleada. Se lidiaron novillos de Santo Tomás, de variada presentación y juego. Sobresaliendo el tercero y cuarto.

Vimos en este segundo festejo a dos novilleros con dos conceptos diferentes del toreo, a Sebastián Ibelles que tiene una idea clara de la dimensión y José Alberto Ortega que sentido del temple con apenas cuatro festejos en su haber.

En primera estancia  salió el potosino José Sainz sobresalió una tanda de derechazos, pero sin lograr acomodo con el novillo de encaste Morube, que en todo momento embistió con la cabeza arriba al cual mató al segundo viaje. Silencio.

El hidrócalido Roberto Román recibe a su novillo con verónicas y una revolera. Quite variado entre chicuelinas andantes y orticinas. Se desmontera el banderillero Fernando García hijo por dos buenos pares. El novillo recibe apenas un refilonazo, prácticamente queda crudo. Román toma la muleta con valentía y entusiasmo, pero fue notoria su falta de sitio,  hasta llevarse tres arropones de órdago. Deja una estocada tendida y le suena el primer aviso. En un momento de desesperación, se precipita y se quita el añadido, regresa minutos más tarde al centro del ruedo para volvérselo a colocar y da una vuelta al ruedo a petición del público que estuvo en todo momento con él.

El mexiquense Sebastián Ibelles es un novillero que no baja la guardía, que se ha mantenido en el mismo nivel con capacidad de la dimensión en el toreo firme y con gran actitud. Lanceo a la verónica con lucides y luego realizó un quite por chicuelinas antiguas, ganando el terreno al de Santo Tomás con soltura. Buen puyazo del joven varilarguero Daniel Morales. Inicia su faena muleteril con naturales largos y con profundidad. Toma la zarga con la mano derecha y realiza unas series aún de mejor calado y que tiene respuesta con la ovación del respetable ante un buen novillo. Deja una estocada de efectos inmediatos  y el juez le concede las dos orejas.

El tlaxcalteca José Alberto Ortega con apenas cuatro festejos tiene una capacidad para asimilar el toreo largo y templado y con sitio. El hijo del matador Alberto Ortega también trae lo suyo. Recibió al astado con una larga cambiada de rodillas y luego un lúcido quite por chicuelinas. Inicia la faena con ayudados por alto, aprovecha el buen lado derecho de su novillo, en muletazos largos y templados y lo remata con un trincherazo. Cierra con manoletinas y a la hora de perfilarse, vale la pena el embroque de mucha verdad. Oreja de mucho mérito.

Al final Sebastián Ibelles sale a hombros.

Foto: Ángel Sainos