Por: Omar Bolaños

Amigos aficionados, me da gusto volverles a saludar y compartir con ustedes una experiencia inédita que vivimos el domingo pasado en la Plaza México.

Como ustedes saben en la fiesta de los toros suceden casos raros que pasan a la historia de la tauromaquia y más si se trata de la Monumental de Insurgentes, quizás desde la primer vuelta al ruedo el 3 de febrero de 1946 cuando el arzobispo de México, Luis María Martínez y Rodríguez dio la bendición a esta plaza.

Brincos espectaculares de toros voladores al callejón, los dos más recordados aquel novillo de la ganadería de Fermín Rivera de nombre “Ojos Zarcos” que no alcanzó a llegar totalmente al tendido gracias al cable tensor y al Sr. Juan Carlos Sánchez, quien empujó al novillo de regreso al callejón y “Pajarito” de la vacada de “Cuatro Caminos” quien si llegó al tendido de la México causando pavor y una cornada a una señora.

Intrusos de Miedo…

Para ser específicos, cuántas veces no hemos visto aventarse a espontáneos para dar un capotazo o trapazo a un toro, tratando de calmar sus ansias frustradas a través de la invasión al ruedo; en especial recuerdo cuatro: Aquel que se le aventó a Roberto Domínguez el 5 de febrero de 1992, quien puso en predicamento a toreros y a autoridades como Julio Ponte, quien fungía como juez de callejón y que estuvo a punto de ser prendido por el toro, al final el diestro español abogó por el intruso y lo soltaron al tendido.

Otro espontáneo se le tiró al novillero Roberto Miguel por allá de 1984, aquí lo raro es que el torero no le dio oportunidad de acercarse al astado y le dio semejante puñetazo que lo descontó, reprochándole el público al torero su actitud.

Sansón Palo Alto se le ocurrió aventarse al ruedo de la México con la bandera mexicana en vez de capote o muleta, algo que demás de la sanción administrativa, incurrió en faltas graves al usar de manera irrespetuosa nuestros símbolos patrios.

Otro caso más raro todavía fue el caso de Carlos Rondero quien no impidió que toreara a su toro Enrique Gutiérrez, en un arranque del torero, le dio su muleta y para acabarla, el hombre sin camisa le pegó unos soberbios naturales al toro, mejor que el torero. Rondero fue sancionado, multado y vetado en su momento en 1999.

Por lo pronto estos cuatro casos, y no niego que todos los demás, fueron por tratar de torear al toro y calmar ansias de torero frustrado.

“VOY POR MI ÚLTIMA FAENA” fueron las últimas palabras de un señor de la tercera edad que se aventó al ruedo de la plaza México. Conviví con él del quinto al sexto novillo, incluso platicamos de toros, una manera amena de conversar con alguien que ha visto más toros que yo. Me pidió algunos tragos de la bota que traía y en su semblante se veía una persona normal, seria, pero platicando agradablemente.

En las postrimerías del sexto astado, se levantó y sólo nos dijo “voy por mi última faena”, quizás por haber sido el que cerraba plaza entendí que ya se retiraba y era alguno de tantos dichos personales que tenemos los taurinos, pero no… Jamás imaginamos que se fuera aventar al ruedo y no como chaval que quisiera darle algún traspazo al toro; fue claro que era un acto suicida, pues nunca usó nada para tratar de torear a un novillo manso de Caparica, se quitó el saco y solo llevaba su bastón de apoyo, quiso quitarle un sombrero a Manolo y no lo dejó, atravesó el techo de toriles para irse a los techos de la empresa y de ganadero, ahí, con su lentitud anunció su acto suicida, nadie impidió que se aventara, aprovechó el viaje del astado y pegó el brinco, afortunadamente el novillo lo brincó y lo descontó de un pezuñazo. Si el novillo lo hubiera sentido, no quiero pensar lo que hubiera pasado.

Un acto sui géneris, raro, impresionante en la historia de la Plaza, pues sin temor a equivocarme es la primera vez que usan el ruedo de la México para quitarse la vida por medio de la cornada de un toro, una experiencia fuerte que nos deja todavía con la piel erizada; su nombre lo desconocemos, pero afortunadamente solo fue el golpe y el encierro en la delegación. Sabrá Dios que pasó por su cabeza para ver realizado semejante acto para quitarse la vida.

En mi vida de ver toros, he visto percances, incidentes, sustos, cornadas impresionantes, pero este suceso rebasa mi capacidad de asombro. El haber compartido vino, plática y experiencias del toro y después ver que se quiere suicidar, es un hecho impresionante e inolvidable para mí y que seguramente pasará como un hecho raro, y espero único en la Plaza México de alguien que se avienta a merced de un toro para quitarse la vida.