‘A mí, mi luz, manito’ es una frase que quizá diga poco a las nuevas generaciones de hoy, pero para muchos taurinos de cepa, más allá de sus veintes, esas cinco palabras remontan casi en el acto a la figura desgarbada de un hombre enjuto de carnes, de larga cabellera casi siempre oculta debajo de un sombrero de palma y lentes de ‘fondo de botella’, esas palabras traen a la mente a Jesús Muñoz López o como se le conoció en el medio taurino ‘El Ciego’ Muñoz.

Hoy, hace 17 años, ‘El Ciego’ se nos adelantó en el paseíllo. Físicamente ya no está con nosotros pero su esencia y su recuerdo se mantienen imborrables y es que como bien apuntan, sólo se van aquellas personas que se olvidan. Otros dejan una huella imborrable en la mente y ¿por qué no?, también en el corazón de aquellos a los que cautivó con esa personalidad encantadora y llena de luz.

Jesús Muñoz nació el 29 de junio de 1916 en Salamanca, Guanajuato. Su pasión por la fiesta brava la heredó de su padre y su hermano, el diestro José ‘El Negro’ Muñoz, quien además de que vistió de luces fue un gran amante de las letras, pasión que ‘El Ciego’ tomó como propia.

‘El Negro’ hizo mancuerna con el inolvidable ‘Torero de México’ Alberto Balderas. En su paso por la Madre Patria se hizo amigo de los poetas de la generación del 27, como García Lorca, Miguel Hernández, Jorge Guillén y Rafael Alberti. Más tarde  ‘El Negro’ se incorporó como catedrático del Instituto Politécnico Nacional y como colaborador en el programa taurino ‘Toros y Toreros’ que conducía el licenciado Julio Téllez.

‘El Ciego’ solía recordar que un día recibió una carta de su hermano ‘El Negro’, desde España. ‘Te llevo uno de los más grandes tesoros que tendrás en la vida’, le dijo. Él, desbordante de afición, pensó que serían capotes y muletas. Pero no. Le trajo una maleta llena de libros. ‘Qué decepción sentí, manito’, solía decir ‘El Ciego’, quien retomaba el comentario, ‘más tarde esa decepción se convirtió en fervorosa pasión porque los libros, la lectura y el arte, te abren un abanico de posibilidades. Cuánta razón tenía mi hermano, ese fue mi mejor regalo’, solía decir ‘El Cieguito’, que desde muy niño jugaba  al toro en la plazuela de Santa Ana en el barrio de Peralvillo, cuna de importantes personalidades de la tauromaquia.

Torero, romántico y bohemio de corazón, siempre dispuesto a ayudar al que lo necesitaba, fue precursor de las agencias taurinas que existen hoy en el país. Con un plumón, una cuartilla y ‘para la inspiración’ se fumaba un cigarrillo de la marca que fuera: Delicados, Raleigh o si tenía tos, un Salem con un poco de Vick  Vaporub, ‘para que no raspe’. Siempre con una nota alentadora para el humilde torerillo o el ostentoso empresario. Todo el orbe taurino acudía a  Muñoz. Con una sola llamada se encargaba de distribuir con eficiencia la información taurina por más de 50 años.

‘El Ciego’ Muñoz fue motivo de inspiración de Luis Spota en su reconocido libro ‘Más cornadas da El Hambre’, en el que dio vida al personaje de ‘Pancho Camioneto’.

Otro afamado escritor, Jorge López Antúnez, en su libro ‘El Zopilote Mojado’ describe la famosa ‘Cueva’ de Monterrey, en la que ‘El Ciego’ daba albergue a compañeros de la legua, entre los que se llegó a contar al ‘Burbujas’, que con el paso del tiempo se convertiría en apoderado del inolvidable ‘Mimo de México’ Mario Moreno ‘Cantinflas’.

Bohemio ‘hasta las cachas’, la poesía y los corridos fueron otra de sus pasiones. Llegó a dedicar su obra a figuras como Juan Belmonte, Carlos Arruza, Juan Silveti y Fermín Rivera. También escribió de los doctores de los toreros y todos los personajes que integran este fascinante espectáculo.

En su poesía ‘Si yo fuera torero’, la más hermosa y sentida de sus poesías, expresa el deseo de querer ser pero ya no poder.

No en vano, el reconocido periodista taurino venezolano Víctor José López ‘El Vito’ considera que personajes como Jesús ‘El Ciego’ Muñoz, aún después de su partida física de este mundo, crecen en el tiempo y se convierten ‘en gigantes que cabalgan entre la leyenda y la historia’.

Todavía hoy cierro los ojos y escucho esa frase ‘A mí, mi luz, manito’ y me reconforta saber que allá, donde está él sigue con atención todos los festejos taurinos y sí, tampoco descarto que allá también baile danzón como solía hacerlo en los mejores salones de baile de nuestra ciudad.