Por Jorge Raúl Nacif

La presentación del libro Memorias de un ciego visionario impregnó un ambiente de romanticismo en la Asociación Nacional de Matadores, donde el aroma de las vivencias de un personaje de leyenda, como lo fue Jesús “El Ciego” Muñoz, transportó a los presentes a una tauromaquia que solo existe en los archivos de la memoria.

Con una sonrisa que denotaba la satisfacción del deber cumplido, la periodista Bernarda Muñoz -orgullosa hija de nuestro novelesco protagonista- dio a conocer ante el público taurino el arduo trabajo que implicó la recopilación y redacción de una historia de vida que deja una huella indeleble en la Fiesta Brava.

Al hacer uso de la palabra, Bernarda recordó que la inmensa afición de su padre le impulsó a debutar como novillero, para después incursionar en la faceta de empresario taurino y canalizar en el noble oficio del periodismo. Su inteligencia y visión le llevaron a fundar la primera agencia informativa mexicana, Chuypress, consolidando un hito en la inmediatez periodística y la recopilación de diversas fuentes a lo largo y ancho de nuestra geografía nacional.

Bohemio irredento, El Ciego tenía claro que sus memorias serían publicadas, algún día, por aquella hija que heredó su pasión periodística taurina. “Apunta, Bernarda, apunta”, solía decirle desde jovencita, para que así fueran quedando por escrito las coloristas vivencias de un hombre que parecía creado por la pluma de un novelista.

Y sí, Bernarda no pudo contener las lágrimas al hacer realidad, quizá, el sueño de toda su vida. Más que consumar una promesa hecha a su padre, este magnífico trabajo representa todo aquello que se eslabona con amor. Por si fuera poco, el libro reivindica la figura de José «El Negro» Muñoz, hermano del Ciego y que fue un destacado torero de finales de los años veinte, que hizo pareja novilleril con Alberto Balderas.

Del presídium también formaron parte el reconocido periodista Juan Antonio de Labra y los matadores Francisco Dóddoli y Curro Plaza, éste último hijo también del añorado “Ciego Muñoz y que se desbordó en sentimiento al interpretar algunos poemas y corridos de la autoría de su padre.

Junto a la genial interpretación del guitarrista Lucio, Curro Plaza rozó lo sublime y resultó ovacionado como en aquellas tardes de toros en las que vibran las cuerdas del alma. Los ojos de algunos espectadores se cubrieron con un manto de agua, ¡y no era para menos!

Centrado y conceptual, pero no exento de emotividad, Juan Antonio de Labra recordó a don Jesús Muñoz como un hombre generoso, que le tendió la mano cuando llegó de Guadalajara para estudiar periodismo. De Labra destacó la importancia que tiene el hecho mismo de publicar las vivencias de un hombre que hizo historia y reconoció el trabajo de Bernarda Muñoz.

Por su parte, el maestro paco Dóddoli recalcó que las puertas de la Asociación Nacional de Matadores siempre están abiertas para impulsar la cultura taurina. Asimismo, recordó con cariño a “El Ciego” Muñoz y no dejó pasar la oportunidad para revivir aquella frase tan simpática como magistral: “Manito… a mí, mi luz”.

Tras la entrega de reconocimientos para los participantes, hizo uso de la palabra el genial caricaturista Luis Carreño, autor de la imagen que adornó el estrado. El artista ponderó la trayectoria de El Ciego y lo mucho que aportó a la Fiesta Brava.

Entre las personalidades que acudieron a la presentación se encontraban los matadores Rafael Gil “Rafaelillo”, Miguel Cepeda “El Breco” y Bernardo Rentería, así como los periodistas Marysol Fragoso, Raúl Reyes, Guillermo Leal, Adiel Bolio, Paco Vargas y doña Lupita Vergara.

La obra, que es prologada por el artista Rafael Sánchez de Icaza y cuyo diseño corrió a cargo de Grecia Sánchez Luis, con la portada de Manuel Rovira, queda disponible en la propia Asociación de Matadores, así como en el puesto de Pepe Rodríguez los días de corrida y de igual manera con Manolo Cruz. El costo es de 300 pesos.

Fotos: Raúl Reyes