Después de la soledad del confinamiento a la que estamos obligados cumplir por el bien de todos, en donde además de estar con su familia, Alejandro Lima El Mojito, la única forma de convivir con el toro ha sido con su capote y muleta, en los diarios entrenamientos, a través de los cuales soñaba con la faena perfecta.

Nunca ha perdido la ilusión y por ello sigue en pie de lucha hasta conseguir su más cara ilusión de ser figura del toreo.

Apenas se levantó la “sana distancia”, el gran ganadero, Don Antonio De Haro, tuvo a bien a invitarlo a torear en su finca. Don Antonio, seleccionó un hermoso toro con toda la barba, negro, que resultó tan bravo como encastado, haciendo gala a la sangre brava tlaxcalteca.

Así en medio de la otra soledad que da el campo bravo, El Mojito, volvió a sentirse: ¡torero!

Aparecieron cadenciosos lances que arrancaron los oles no sólo del ganadero, sino de los vaqueros. Con las banderillas otorgó todos los terrenos e impuso con certeza los garapullos; y con la muleta, consumó una faena de poder, domeñando la brava embestida, la encastada acometida, para una vez impuesto su mando, sumar pases largos y sentidos, y esa soledad, fue interrumpida por la inenarrable sensación que da estar con el contacto con el toro.

Al final, ya en la reflexión de lo vivido, el ganadero Don Antonio De Haro, quedó gratamente impresionado, le hizo notar a El Mojito “… ese es el secreto, primero con el capote hacerte del toro, lancearlo y dejarlo en su punto. Banderilleaste bien, exponiendo y hasta te asomaste al balcón. La faena fue creciendo, desde un inicio dominador, mandando, pero templando. Tienes muchas cosas muy buenas, unas habrá que afinar y otras acrecentarlas, quiero que sigas viniendo a mi ganadería Mojito”.

Con esto dejó en claro el escrupuloso ganadero de toros bravos, en su visión exigente y con el reconocimiento de lo bien hecho, quedó la invitación para seguirse preparando El Mojito, para los grandes retos.

Foto: Prensa Mojito