La etimología de la palabra conundrum no está claramente definida, pero se trata de un término cada vez más usado internacionalmente para ilustrar algo difícil o imposible de resolver.

Es de uso frecuente en la jerga económica y si ahora la aplico al toreo, es por la sensación del hoyo en que nos encontrábamos metido desde hace años y lo agrava el sentimiento creciente de ansiedad por la pandemia que provoca un cambio de hábitos y costumbres y que ninguno tenemos claro, por cuanto tiempo será.

El modelo de negocio del toreo depende- en todos países en los que se celebra -del ingreso de taquilla principalmente y en mucho menor medida de derechos de transmisión y patrocinios- diría escasos ambos- así como de apoyos magros gubernamentales, por el anatema que padece mundialmente el ritual taurino.

El regreso de las actividades laborales y comerciales después de meses de confinamiento para prevenir una mayor propagación, implica unas condiciones diferentes a las anteriores y las personas físicas y morales tendremos que acostumbrarnos a ello en una era que será distinta a la anterior, en la vida diaria.

Por ello y como me dice Antonio Bañuelos actual presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia en España: “No sólo está en peligro la Fiesta, sino el toro bravo como especie única. El toro bravo, con las medidas contra las corridas y las exigencias de aforo, va camino de convertirse en especie en riesgo de extinción”

Y se refiere Antonio ganadero burgalés a que en España el aforo permitido es por debajo de espectáculos como el teatro o los bares e implica una reducción drástica en el ingreso en la taquilla que pega en efecto domino a todos los estamentos taurinos y en los demás países taurinos se presagia será algo similar.

En Europa taurina el apoyo para los que invierten o viven del toreo, es pobre, a pesar de ser un segmento que aporta en muchos sentidos a la ecología y a la economía y que con su puesta en marcha -bajo las condiciones prevalecientes- está condenado a ajustarse en el bolsillo, drásticamente.

En América y México en concreto estamos en las mismas condiciones que los europeos -sin casi apoyo económico del gobierno- y por lo tanto en zozobra al saber que estamos jugando perinola -aquellos que no la conozcan se le denomina también pirinola o pirindola- trompo de material duro que tiene en sus contornos distintos premios o castigos. Al hacerla girar y al detenerse; deja una cara con la inscripción de la suerte por lo que se utiliza para jugar y hacer apuestas.

Tiene seis lados y en donde cae en el turno el jugador tiene que poner o tomar uno o dos, si es muy afortunado, tomar todo y sino poner todos; esto último me parece la cara que nos toca vivir en todas las actividades de la vida, hoy nos toca a todos poner con el ánimo de seguir adelante y generar recursos para recuperar y si la suerte sonríe, entonces algunos a tomar todo.

Existen quienes suponen que es muy fácil conseguir patrocinios, vender derechos de transmisión o negociar recursos gubernamentales, lo cual es descubrir al hilo negro o el agua tibia, todos sabemos lo complejo que es para un espectáculo tan popular como el soccer mantenerles, imagínese cómo será para el toreo que por diferentes razones no ha podido en muchos años apalancarse con ellos y ahora se presagia que será menos.

Dentro de este panorama sombrío los que creemos que el toreo es parte de nuestro acervo cultural, deseamos que los sectores profesionales del toreo nos unamos y llegar a materializar la estrategia clave que permita su continuación; bajo las condiciones futuras que prevalezcan y respetando a quienes invierten tiempo y dinero en hacerlo.

Claro que estamos ávidos de saber el cómo, si apunto que dar consejos y guías absurdas cuando hay tanta incertidumbre, me parece cínico, si alguien tiene la solución que se manifieste y dejemos la crítica mordaz como si el que escribe supiera -él sí- como resolver el conundrum.

Suena a soberbia y a falta de empatía. Todos ponen, nos toca en la perinola, que no se nos olvide si de sobrevivir se trata en época de pandemia. Así opina el que escribe, pero usted: ¿Qué opina?