Lleno en tarde agradable, libre de viento. Diego Silveti en solitario, vestido de azul purísima y oro. Oreja, silencio, dos orejas, silencio tras aviso, dos orejas y rabo, y ovación . Amenizó la función la Banda de Zacatecas.  Salieron de sobresalientes Valente Alanís y Gerardo Sánchez «El Suavecito».

Diego se acomodó con la buena calidad de las embestidas del compacto toro de Villa Carmela en derechazos de buen trazo y relajados naturales. Cuando el toro se fue a tablas, allá fue Diego a buscarlo para rubricar valientemente la faena. Mató de estocada entera en la suerte de recibir y un descabello. Cortó la primera oreja de la encerrona.

El segundo, de Mimiahúapam, montado de cuerna, bragado, calcetero, rabicano y con una enorme mancha en forma de diamante a un costado de la paletilla, cumplió sin emplearse en el trasteo muleteril. Diego dedicó la faena a Emmanuel, brindis simbólico si recordamos los lazos de amistad que lo unían con su padre. Fácil con el acero, Silveti mató de estocada al primer viaje.

Aunque justo de fuerza, el de Bernaldo de Quirós tuvo nobleza y buen estilo por el pitón derecho. Tras un trasteo técnico, terminó Diego con diez pases ligados con la muleta desarmada en un palmo, antes de arrojar el engaño y desplantarse. Nuevamente  mató recibiendo. Dos orejas.

Vibrante fue el brindis de la cuarta faena a su tío y apoderado Alejandro. En espontáneo gesto, el público lo sacó al tercio para pegarle una sentida ovación que el diestro no olvidará. Con sentimiento guanajuatense, Alejandro besó un puño de arena y se dio una palmada a la altura del corazón. El toro de Teófilo Gómez tuvo buen estilo pero marcó pronto su querencia hacia los tableros. El concertista único dio pases sueltos de buena factura, bajo los acordes de «Caminos de Guanajuato». Tres pinchazos y estocada. Silencio tras aviso.

En nostálgica evocación de su bisabuelo y previa pausa de 15 minutos con fuegos artificiales y canto del público a capela, Diego salió vestido de charro con una calavera y dos huesos cruzados bordados en la parte trasera de la casaca para lidiar a un serio toro castaño de procedencia Domecq de la ganadería de Fernando de la Mora. Tras el brindis póstumo a su llorado padre, sonaron las notas de El Rey, apodo con el que se conoció al inmenso David. Un fajo de excelentes naturales dieron categoría al armonioso trasteo. Se gustó Silveti en las «alegrías» al irse de la cara. Tercera estocada recibiendo de la función y la concesión de los máximos trofeos. Su hijo lo acompañó en la exultante vuelta al redondel. La misma condecoración de la vuelta la recibieron los restos del magnífico ejemplar de sangre española.

El toro que cerró plaza fue de más a menos . Diego  lo mató de certera estocada. Tardando en salir  una hora de la plaza, la gente no lo dejaba de enaltecerlo  a los gritos consagratorios de torero, torero…

 La dinastía Silveti alcanza los 109 años de existencia, si consideramos que su fundador Juan Silveti Mañón se presentó como novillero en la plaza de toros El Toreo de la colonia Condesa el 29 de marzo de 1914 alternando con Nacho Gómez en la lidia de ejemplares de la ganadería mexiquense de Santín. Se trató de una corrida mixta, pues el matador Eligio Hernández “El Serio” despachó dos toros de la misma procedencia. Silveti desorejó a sus enemigos y fue llevado a hombros hasta el hotel Casablanca. Eran los tiempos en que bellas mujeres y sus chambelanes hacían el despeje de las cuadrillas a bordo de elegantes “landós” tirados por caballos. Al final de la temporada sumó Juan 14 festejos, uno de ellos el de su beneficio, convirtiéndose en el nuevo ídolo del público de la por entonces tranquila y limpia capital metropolitana.

Foto. Prensa Silveti